jueves, 25 de julio de 2019


La muerte de De la Rúa y los fantasmas de una Argentina atroz

por Daniel Merolla


Un viejo maestro del periodismo enseñaba que cuando a uno le encomiendan la semblanza de una personalidad pública debe preguntar siempre: "¿A favor o en contra?" La excepción a la regla solían ser las necrológicas, todo un género en el periodismo. Escribir en contra frente al destino inapelable se parece a escupir sobre una tumba. Pero ¿cómo escribir un perfil de un genocida, por ejemplo?  ¿O cómo escribir la de un político con un formidable lado oscuro que ensombrece toda su carrera política?
Es el caso del expresidente Fernando de la Rúa (1999-2001). Su gobierno cayó en medio de la peor crisis de la historia reciente de Argentina. Falleció de madrugada a los 81 años de edad, tras una larga convalecencia por enfermedades cardíacas y renales. En medio de otra crisis de las peores vividas por Argentina, una muerte reflota fantasmas.
De la Rúa fue líder de un sector conservador de la socialdemócrata Unión Cívica Radical (UCR) y rival histórico dentro del partido del expresidente Raúl Alfonsín (1983-89), padre de la recuperación democrática después de la última dictadura.
El anuncio fue hecho al país por el presidente Mauricio Macri en un mensaje en las redes sociales, donde realizó un reconocimiento a su "trayectoria democrática". Macri encabeza este martes los actos por el Día de la Independencia de la corona española.
"Era un dirigente bienintencionado, una buena persona", dijo Macri sobre De la Rúa al iniciar su discurso en la ceremonia central en Tucumán (norte), ciudad donde congresales de la incipiente nación declararon el fin "de toda dominación extranjera" el 9 de julio de 1816. Un dirigente "bienintencionado" vendría a ser alguien que intenta hacer el bien. Sus últimas horas en el poder, en rigor, no fueron un buen ejemplo de lo que se espera de un líder democrático.
El exmandatario firmó su renuncia el 20 de diciembre de 2001, forzado por una rebelión popular con decenas de miles de personas en las calles que protestaban contra la recesión, el alza en el costo de los alimentos y el congelamiento de los depósitos de los ahorristas en los bancos por casi 70.000 millones de dólares.
Pero Macri le rindió  honras fúnebres  inclusomayores a las de un simple jefe de Estado. Mostró una evidente empatía con el malogrado exmandatario oriundo de Córdoba pero porteño por adopción.
- Salida en helicóptero -
Su nombre quedó ligado al fin de la convertibilidad, un régimen que ató el tipo de cambio en una relación de un peso igual a un dólar y que duró una década. Tuvo que marcharse en un helicóptero desde la azotea de la casa de gobierno, rodeada de manifestantes.
Para completar su período de gobierno, la Asamblea Legislativa nombró en la presidencia al peronista conservador Adolfo Rodríguez Saá, quien declaró el default de la deuda con acreedores privados por casi 100.000 millones de dólares. Una semana después tuvo que renunciar.
La Asamblea nombró entonces a otro peronista, Eduardo Duhalde, quien en medio de la crisis llamó a elecciones en 2003, año en que empezó la era de 12 años de gobiernos del matrimonio Kirchner, primero Néstor y después Cristina, peronistas de centroizquierda.
El padre de la convertibilidad había sido el economista liberal heterodoxo Domingo Cavallo, exministro de Economía del gobierno peronista de derecha de Carlos Menem (1989-99) y luego designado de nuevo en el puesto por De la Rúa cuando la crisis económica arreciaba.
- Alianza antimenemista -
De la Rúa había asumido al frente de una alianza antimenemista en 1999, pero la recesión que heredaba se agudizó, en tanto aparecían casos de corrupción como uno de sobornos a senadores para que se aprobara en el parlamento una ley de flexibilidad laboral que eliminó derechos de los trabajadores. Su historia quedó ligada a la tristemente famosa Banelco, para pagar coimas, que involucraron a uno de sus hombres de confianza, Alberto Flamarique. Un arrepentido relató los pagos de los sobornos con pelos y señales como nunca antes en la historia política.
Ahora es común relatar escabrosos detalles de presuntos corruptos, pero como parte del 'lawfare' o guerra judicial contra opositores. Primero presos, después investigados, y culpables, en suma, por "íntima convicción" como dijo el exjuez Sergio Moro al condenar a Lula da Silva, aunque ahora le caben al ministro de Jair Bolsonaro las generales de la ley. Las filtraciones de un medio norteamericano revelan sus chanchullos y fraudes judiciales para linchar al líder opositor brasileño.
En aquel entonces, las denuncias de corrupción contra De la Rúa y "sus muchachos del Congreso y de la SIDE" provocaron la renuncia del vicepresidente, Carlos "Chacho" Álvarez, dirigente de un sector peronista de centroizquierda.
 De la Rúa presentó problemas de salud desde hace años. Y ya había sido hospitalizado a principios de este año para someterse a una intervención quirúrgica por un delicado cuadro cardiovascular.
 La última vez que se presentó en público fue como invitado a la función de gala que el gobierno ofreció en el Teatro Colón, templo de la lírica, en noviembre pasado en el marco de la cumbre del G-20. Aún los argentinos recuerdan la noche en que declaró el estado de sitio, mientras sus policías metían bala sin asco a las multitudes soliviantadas por el hambre y la confiscación de los depósitos bancarios. Un final nada aburrido.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario