jueves, 27 de octubre de 2022

Asombrosa Scaloneta: un DT don nadie con la batuta de Messi


por Daniel Merolla (AFP)


 Dos Lioneles, uno de ellos un DT don nadie e inexperto como Scaloni, y otro el superfamoso Messi, armaron una orquesta Albiceleste nada desafinada para el reto de jugar el Mundial de Catar-2022.

Los números cantan por si solos: Argentina lleva un invicto de 35 partidos y rompió el hechizo de 28 años sin dar una vuelta olímpica al ganarle a Brasil la Copa América-2021 en su bastión del Maracaná (1-0).

Hay que remover archivos de papel casi en blanco y negro para encontrar una historia parecida en que se entablece un romance con los hinchas, sin despertar exitismos o ilusiones desmedidas.

Tan fuerte se hizo la relación con la tribuna que por primera vez en la historia se bautizó a la escuadra en un juego de palabras con el apellido del DT: la Scaloneta no tiene traducción posible y es la imagen de un entrenador al volante de un autobús colmado con sus jugadores.

“Los jugadores juegan para la gente. La selección argentina juega para que el hincha se sienta identificado”, afirma el entrenador.

Lo curioso es que Scaloni creó un cóctel de estilos que combina los de los últimos DT campeones mundiales: el respeto a una identidad futbolera nacional centenaria de César Menotti, en Argentina-1978, y el pragmatismo tacticista obsesivo al detalle de Carlos Bilardo en México-1986.

“La gente renueva su sueño cuando ve un equipo que lo representa. Este cuerpo técnico es serio, no vende humo nunca y los futbolistas lo respaldan”, señala Menotti.

Superada la sequía copera sudamericana, se arrastra otra maldición, la de 36 años sin ganar una Copa del Mundo y se supone que será la última oportunidad del capitán y goleador por conquistarla.

Desde la cumbre mundial alcanzada en México-86 con la magia de Diego Maradona en su esplendor, los argentinos perdieron dos finales, en Italia-1990 y en Brasil-2014. Pero en el medio se cosecharon a granel las amarguras de eliminaciones tempranas.

- Caído del cielo -

Scaloni fue un caído del cielo, un accidente de la naturaleza. Había sido un colaborador del DT Jorge Sampaoli en el Desastre de Rusia (2018), un fiasco tamaño planetario.

Estaba en el cajero automático del predio de la Selección para retirar su dinero, yéndose a casa, cuando el presidente de la AFA, Claudio ‘Chiqui’ Tapia le dijo: “¿No querés tomar el equipo, sólo por dos meses?”.

Habían rechazado la oferta entrenadores de jerarquía como Marcelo Gallardo o Diego Simeone. Scaloni dijo sí y planteó una renovación de jugadores que obró el milagro.

Le dio el arco a Emiliano ‘Dibu’ Martínez, el arquero más sólido desde el retiro del legendario Ubaldo Fillol. Trajo de sorpresa a Cristian 'Cuti' Romero, elegido el mejor zaguero del fútbol italiano.

El conductor técnico consolidó en los laterales a Gonzalo Montiel y Marcos Acuña. Le aseguró el puesto a nuevos talentos como Leandro Paredes, Giovani Lo Celso, Rodrigo De Paul y Lautaro Martínez.

Y en otro fenómeno inesperado, resucitó al defenestrado Ángel Di María. Le hizo sentir a Messi que estaba acompañado y no solitario como si fuera Kung Fu, el pequeño saltamontes del desierto.

¿Es la hora entonces de romper el embrujo mundialista? En rigor no es tan esotérico el problema porque si no se juega bien no se gana. Argentina erró tres goles hechos en la final contra Alemania en Brasil-2014 y lo pagó caro cuando los germanos acertaron (1-0)

“Vamos a ir a competir, porque si dijera que vamos a ganar el Mundial sería mentira. Hay como 10 selecciones en condiciones de llevarse el título”, reflexiona, realista, Scaloni.

Coincide Jorge Valdano, exReal Madrid y filósofo: "No tengo duda de que Argentina y Brasil pueden ganarle a cualquier selección europea, pero les va a costar mucho".

El otro Lionel, Messi, tampoco la ve favorita a la Albiceleste. Pero elogia a Scaloni por “su manera de comunicarse, de tratar a los jugadores, de saber preparar bien los partidos”.

Entre Lioneles y un grupo muy unido se ha construido la épica de la Scaloneta.


 Fideo Di María: El Ángel de la bicicleta

por Daniel Merolla (AFP)


Tanto pedaleó su madre para llevarlo en bicicleta a jugar, que al pequeño Ángel Di María no le quedó más remedio que ser un astro del fútbol y el gran socio de Lionel Messi en la Albiceleste, otra vez en las puertas de un Mundial, el de Catar-2022.

“Imaginen a una mujer (Diana) andando en bicicleta por todo Rosario (ciudad natal), con un pibe atrás y una nenita adelante (su hermana Vanesa), más un bolso con los botines, bajo la lluvia, con frío, de día y de noche. Siempre pedaleando”, relata el jugador de 34 años una historia clave de su vida.

Aquel flaquito, desgarbado, de apariencia frágil, a quien no podía caberle otro apodo que Fideo, delgado como un spaghetti, terminó construyendo una luminosa carrera en clubes europeos.

Había emigrado desde su querido Rosario Central, 'el canalla',  y tan semillero rosarino de cracks como Newell’s, ‘la lepra’ que tuvo a Messi sin atinar a conservarlo.

“Fui a Central por mi mamá. Ella fue la que me bancó siempre", evoca quien metió en Europa goles, pases y copas de todos los colores.

Pasó por Benfica de Portugal, el inglés Manchester United, el español Real Madrid, el francés París Saint-Germain y ahora hace sus diabluras en la Juventus italiana.

Su padre, Miguel, era repartidor de carbón. Por allí anduvo Ángel de ayudante, tiznado de negro en la cara, las manos, la ropa. Era un adolescente cuando lo ficha  Central.

“Pagaron 25 pelotas por mí a Torito, mi club de barrio, Torito”, recuerda con humor. Pero no daba pie con bola. No lo promovían.

El padre le dio el ultimátum: o trabajaba con él, o terminaba la escuela o probaba con la pelota un año más. La familia necesitaba el dinero. Fue Diana la que dictó sentencia: un año más con la redonda.

“Por eso yo al fútbol le debo todo”, afirma.

- Goles voladores -

Una frase lo define: “Me gusta más dar un pase decisivo que marcar un gol. Mi felicidad es poder asistir”.

Pero dos goles suyos entraron en la historia grande de la Albiceleste de emboquillada. Los embocó por lo alto, con un toque de distinción de su botín izquierdo. Un golpecito de empeine que muere en la red con el vuelo elegante de un pájaro.

Uno fue a Nigeria (1-0) para ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Pekín-2008. El otro fue a Brasil (1-0) en el Maracaná para ganar la Copa América-2021, tras 28 años sin poder festejar y elevarla al cielo.

“No las pienso. Es más fácil definir a un costado. Pero no sé por qué lo hago”, admite risueño.

Di María está casado con Jorgelina Cardoso, otra mujer influyente en su vida. Ella salía en los medios a defenderlo cuando los hinchas lo defenestraban por las derrotas y su mala suerte con las lesiones.

"Ella me banca (apoya) siempre. Soy tímido, pero en casa, en el vestuario, con los amigos, soy divertido, un poco loco, me gusta disfrutar la vida”, revela.

Su talentosa locura la comentaba a la AFP el idolatrado Diego Maradona, cuando era su DT, en el Mundial de Sudáfrica-2010, al costado de la cancha de entrenamiento en una fría noche en la Universidad de Pretoria.

“¡Vos no sabés lo que es el Fideo! Es un fenómeno con la pelota. Te asombra el manejo, la habilidad", lo elogiaba.

No era suficiente. Al equipo lo eliminaban o perdía en las finales. Las copas América y las del Mundo quedaban en otras manos. En la Selección le bajaron el pulgar. Ya ni siquiera lo llamaban, tenía la tribuna en contra.

Por eso, la noche del gol volador a Brasil no olvidó los pesares: “Mucha gente nos decía que no volviéramos, pero me seguí dando la cabeza contra la pared. Gracias a Dios, se dio”.

- Corazón albiceleste -

El hombre que celebra el gol con los dedos curvados en forma de corazón armó una sociedad futbolera con Messi.

Lo relata Fideo: “Con todo el tiempo que llevo con él, todavía me pasa eso de ¡uh se la pase mal! Eso porque es el mejor del mundo. Es raro que te yerre un pase. Pero siento que encontró en mi a un socio”.

Su amor por la Albiceleste es incondicional: “Para mi es lo único, lo máximo. Lo que hago en un club es para poder estar entre los 11 de la Selección”.

“Cada vez que entro a una cancha se me pone la piel de gallina (erizado). Es jugar por la camiseta, jugar por los 47 millones (de argentinos)”, reafirma Di María, el Ángel de la bicicleta.


jueves, 20 de octubre de 2022

 

River le dice adiós y gracias a Gallardo, su 'Muñeco' más querido

 /  Buenos Aires (Argentina)  -  16 octubre 2022 23:33  -  AFP (Daniel MEROLLA)  -  ACTUALIZACIÓN NOTA  -  32LK2L9

Más de 70.000 almas de River Plate hicieron estremecer el estadio Monumental al corear a voz en cuello "Muñeeeeco", en un adiós a pura emoción de Marcelo Gallardo, quien se marcha con una cosecha histórica de 14 títulos ganados en ocho años.

"Jamás en mi vida soñé con vivir algo así, con un nudo en la garganta, esto es más de lo que podía tener", dijo Gallardo al tomar el micrófono en el centro de la cancha, adonde lo rodearon con todos los trofeos conquistados, tras un partido que fue sólo anécdota al perder 2-1 con Rosario Central por la penúltima fecha de la Liga argentina.

Con banderas, globos y fuegos artificiales, la multitud cantó y saltó, pero también derramó lágrimas a granel al rendirle un tributo de antología a un ídolo de 46 años al que bautizaron Napoleón: un estratega genial de baja estatura.

"Y dale alegría, alegría a mi corazón", le cantaban un estribillo roquero desde las colmadas tribunas, aunque con tristeza por la despedida, en una fiesta final de gratitud.

Gallardo también rindió un homenaje: "Gracias a vos, Enzo", le dijo al uruguayo Enzo Francescoli, manager deportivo del club y otro ídolo riverplatense que le dio un respaldo clave en su trayectoria. El Príncipe también rompió a llorar, emocionado.

Otro momento conmovedor se vivió cuando el volante colombiano Juanfer Quintero, en nombre de la hinchada, tomó el micrófono y dijo: "Venimos a decirte gracias, por ganar, gustar y golear, por tus ideales, por enseñarnos a creer".

La leyenda de un cartel que colgaba de la tribuna de socios era emblemática: "Gracias Muñe. Sos eterno como lo de Madrid".

Aquella final épica de la Copa Libertadores en diciembre de 2018 en el estadio Santiago Bernabéu, en la capital española, fue la hora más gloriosa de Gallardo como DT y de River en toda su historia. 

Ganar la llamada "Final del Siglo" a su archirrival Boca Juniors por 3-1 en la capital española es un hecho memorable para los del barrio capitalino de Núñez (zona norte) y la cara luminosa del planeta River en la era contemporánea. 

El lado oscuro había sido el descenso a la segunda división en 2011, corolario de una crisis futbolística de dimensiones homéricas. 

River volvió al año siguiente a primera división y en 2014 contrató como entrenador a un exvolante que habia sido deslumbrante campeón con sus amados colores de la banda roja. 

"Creo que he nacido para esto", dijo con un tono premonitorio cuando se iniciaba aquel ciclo.

Ahora el nombre del sucesor es todavía una incógnita. Para quien sea designado, la vara le ha quedado muy alta. 

La dura decisión que tomó no puede ser desvinculada de la peor temporada del equipo en ocho años y medio. 

River fue bruscamente eliminado en octavos de final de la Libertadores-2022 y luego se quedó afuera de la Copa Argentina.

Para colmo, perdió dos veces 1-0 el superclásico con Boca por la Liga.

Detrás deja un palmarés de siete copas internacionales, incluidas las Copas Libertadores de 2015 y 2018, y siete títulos de torneos domésticos.

"Triste porque se va, pero feliz por todo lo que nos dio", dijo a la AFP Ángel Gómez (52 años), un comerciante, al entrar al coliseo de Núñez.

Otra hincha de la banda roja, Milagros Banchi (22), una asistente educativa, reflexionó: "Fueron muchas emociones estos años, pero tendrá las puertas abiertas para volver".

En su exitoso camino al frente de los millonarios supo formar equipos pese a perder figuras atraídas por las montañas de dólares que fluyen de las ligas hegemónicas. 

"Le venden jugadores y sigue estando ahí. Se recicla y sigue", ilustró su capacidad el DT español Pep Guardiola.

Cuando tenía nueve años le decían: "¡Ahí va el muñequito, ojo con el muñequito!", por hacer malabarismos con la pelota con su físico menudo rodeado de juveniles grandotes. 

Gallardo no es un DT del montón moderno. Siempre dice que "es chabacano y superficial" decirle a los jugadores frases como "vamos a poner huevos (garra)".

"Creo en decirles que salimos a la cancha a defender algo y a sentirnos bien con nosotros mismos", sostiene en su ideario.