viernes, 28 de agosto de 2015






Paladines que luchan contra un asesino silencioso

por Daniel Merolla
Nunca más la vida fue igual para Isabel Mercado, una morena mexicana de 23 años, desde aquel día en que se enteró que sufre ''el Chagas' y se convirtió en paladín de la lucha contra un mal tan silencioso como mortal.
Isabel se rehúsa a ser una más entre ocho millones de infectados con el mal de Chagas en Latinoamérica. No quiere ser "sólo un número, una estadística" sanitaria. Por eso trajo su caso a un congreso internacional sobre 'enfermedades olvidadas' en Buenos Aires.
"Vine a aprender. Pero también a decir que en México hay médicos que no conocen el mal. Que se guardan cajas con remedios sin usar. Al dengue lo tratan porque mata enseguida. Al Chagas, no, porque mata en 15 ó 20 años", según declaraciones que la agencia AFP publica en portales de internet.
La joven estudiante de abogacía nacida en Xalapa, Veracruz, sospecha que fue picada por la vinchuca, el insecto transmisor, en unas vacaciones con una amiga en Puerto Escondido (sudeste). Es un pequeño paraíso de playas para amantes del sol y los deportes acuáticos.
El parásito transmitido por la vinchuca, el trypanosoma cruzi, se aloja para siempre en el cuerpo humano. El contagio es casi invisible, un poco de fiebre, hinchazón de párpados. No da síntomas. Si no se trata, causa muerte súbita y ataca al corazón el día menos pensado.
"Isabel ha creado la primera y única asociación contra el mal en su país", dice Eric Stobbaerts, director regional de la iniciativa de Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi, sigla en inglés), entidad organizadora.

- Sin lucro -
La DNDi investiga y desarrolla fármacos que a la industria no le interesan. "El sector industrial no quiere poner dinero donde no hay lucro. Por eso impulsamos un medicamento para el Chagas pediátrico. Hay gobiernos, agencias europeas de cooperación y filántropos que invierten", explica Stobbaerts.
"A los chicos les sienta mejor el tratamiento. Pero debo decirles que sólo el 1% de los infectados globales recibe tratamiento", lamenta.
En Argentina hay más de 1,5 millón de infectados. En Brasil dos millones. Bolivia, Colombia y México lo padecen. Se esconde en casas de adobe ¿Es un problema solamente de zonas rurales?
Una mujer argentina de 52 años, sólo identificada como Rosa, reveló en la conferencia que vive infectada en la capital argentina. Nació en la agrícola Santiago del Estero (norte). Supone que se contagió por una transfusión.
"Mi marido también lo tiene (el parásito). Mis dos hijos no. Pero mi suegra murió de Chagas", narró. La mujer trabaja de mucama y el esposo es empleado de mantenimiento en un edificio.
"Ambos tienen complicaciones de salud", apunta Betina Moura, representante de DNDi. La fundó, entre otros, Médicos sin Fronteras, premio Nobel de la Paz en 1999 por su labor humanitaria.
Un estudio del ministerio brasileño de salud calculó de 6.000 a 7.000 muertes anuales por cardiopatías relacionadas con el Chagas. "No les decimos chagásicos. La palabra se convirtió en estigma. Decimos enfermos de Chagas", cuentan los organizadores.

Salto a EEUU -
Si faltaba algo para demostrar que también es un flagelo urbano, fue su aparición en Estados Unidos. "Se estima que hay medio millón de casos. Muchos en migrantes. Pero se detectaron en Texas 400 casos en afroamericanos sin techo. No se sabe aún cómo sucedió", afirma Stobbaerts.
¿Los picó una vinchuca, insecto que se alimenta de sangre?. "No se sabe", responde el especialista. Pero se sospecha de las transfusiones.
"Los bancos de sangre hasta unos cinco años allí no 'tamizaban' (medida de seguridad biológica)", agrega. Ningún infectado era un migrante latinoamericano. Algunos eran veteranos de la Guerra del Golfo.
Fueron víctimas de esta "enfermedad olvidada", como se llama a las que provocan escaso interés de la industria farmacéutica para investigar y desarrollar nuevos productos.
"Llevamos a un paciente en fase crónica, de 21 años. Los médicos le dieron vitaminas, que comiese bien, y que vaya con Dios", recuerda Isabel. Los ojos le brillan de indignación. Lo que no pierde es la esperanza.

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