martes, 19 de noviembre de 2013





Moreno, campeón de los pesos pesados

por Daniel Merolla

Un día se calzó los guantes de boxeo para reunirse con empresarios enemigos del proyecto político que el kirchnerismo define como nacional y popular. Es Guillermo Moreno, un peronista de pura cepa.
Otra vez, ante las cámaras, en un multitudinario en la Plaza de Mayo contra la huelga de patronales del campo, hizo el gesto de pasar a degüello. Se lo indicó al entonces ministro de Economía, Martín Losteau, para que les avise a exportadores especulativos que no habría compasíón en el caso de maniobras comerciales fuera de la ley.
  Fue hasta su sorpresiva renuncia el hombre fuerte del gobierno argentino y el soldado más leal al modelo de economía de consumo y estatista de la presidenta Cristina Kirchner
   Moreno, de 58 años, fue odiado hasta el paroxismo por la oposición y temido por empresarios a raíz de su estilo amenazador, que incluía inspecciones sin aviso o advertencias de represalias.
   El alejamiento del hombre del brazo de hierro en el gobierno kirchnerista se produjo en medio de una reestructuración de gabinete al regresar Kirchner de una licencia de seis semanas tras una cirugía craneal.
   Pero también se anunció luego de que la Bolsa de Buenos Aires cayera 6,55% a raíz de versiones de un desdoblamiento del mercado de cambios, en un tipo comercial y otro turístico que causa preocupación en los mercados, el ámbito donde Moreno gozaba de menor aceptación.
   "¿De qué inflación me están hablando?", fue una de sus frases más difundidas, cuando le cuestionaron haber intervenido el instituto de estadísticas para subestimar el costo de vida al 10% anual cuando toda la economía argentina se ajusta al menos al 25% anual, según analistas privados.
   Moreno fue el hombre que en un acto multitudinario en la histórica Plaza de Mayo en 2008 hizo el gesto de degüello, es decir atravesar el canto de su mano por su garganta, para los exportadores de cereales que adherían a una huelga de tres meses de productores agrícolas contra un alza de impuestos.
   "¡Esto se resuelve como hombres!", dijo a voz en cuello mientras depositaba un par de guantes de boxeo en la mesa de una reunión de directorio de la empresa Papel Prensa, en la que participa el grupo Clarín, el poderoso multimedios enfrentado con el gobierno desde 2008.
   Exmiembro de la juventud peronista de izquierda en los años 70, fue el brazo ejecutor del cerrojo en el mercado de cambios para evitar la fuga de capitales o restringir las importaciones desde 2011 a pesar del malestar en los socios comerciales del país.
   La otra cara de la moneda de Moreno es que casi nunca se le pudieron achacar casos de corrupción, pues la polémica siempre giró sobre su orientación ideológica.
   "Que se metan la cacerola en el orto (trasero)", dijo durante un acto oficialista, en reacción a las protestas con cacerolazos de opositores al gobierno, que tuvieron su clímax el año pasado con multitudinarios mitines.
   Pero nadie le pudo atribuir la concepción de las políticas, al considerarse que respondía como un fiel escudero del gobierno.
   "Moreno respondía órdenes de Kirchner. Por eso (con su salida) no esperamos que cambie lo esencial", dijo el martes a la televisión el diputado de la oposición de centroderecha (Coalición Cívica), Alfonso Prat Gay.
   Moreno, antes de marcharse, se había jactado, con un tono ortodoxo peronista, de haber conseguido que "la oligarquía tenga que declarar la producción de trigo y de maíz. Es la primera vez que el Estado tiene cuenta por cuenta, hectárea por hectárea, cuánto maíz y trigo se produjo y quién es el dueño".
   El fracaso del control de la inflación, la tensión por el comercio internacional y la caída de reservas monetarias, de 52.000 a 32.000 millones de dólares desde 2010, lo hicieron a un lado y en una agregaduría comercial en Italia, adonde fue asignado.

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