jueves, 27 de octubre de 2022

 Fideo Di María: El Ángel de la bicicleta

por Daniel Merolla (AFP)


Tanto pedaleó su madre para llevarlo en bicicleta a jugar, que al pequeño Ángel Di María no le quedó más remedio que ser un astro del fútbol y el gran socio de Lionel Messi en la Albiceleste, otra vez en las puertas de un Mundial, el de Catar-2022.

“Imaginen a una mujer (Diana) andando en bicicleta por todo Rosario (ciudad natal), con un pibe atrás y una nenita adelante (su hermana Vanesa), más un bolso con los botines, bajo la lluvia, con frío, de día y de noche. Siempre pedaleando”, relata el jugador de 34 años una historia clave de su vida.

Aquel flaquito, desgarbado, de apariencia frágil, a quien no podía caberle otro apodo que Fideo, delgado como un spaghetti, terminó construyendo una luminosa carrera en clubes europeos.

Había emigrado desde su querido Rosario Central, 'el canalla',  y tan semillero rosarino de cracks como Newell’s, ‘la lepra’ que tuvo a Messi sin atinar a conservarlo.

“Fui a Central por mi mamá. Ella fue la que me bancó siempre", evoca quien metió en Europa goles, pases y copas de todos los colores.

Pasó por Benfica de Portugal, el inglés Manchester United, el español Real Madrid, el francés París Saint-Germain y ahora hace sus diabluras en la Juventus italiana.

Su padre, Miguel, era repartidor de carbón. Por allí anduvo Ángel de ayudante, tiznado de negro en la cara, las manos, la ropa. Era un adolescente cuando lo ficha  Central.

“Pagaron 25 pelotas por mí a Torito, mi club de barrio, Torito”, recuerda con humor. Pero no daba pie con bola. No lo promovían.

El padre le dio el ultimátum: o trabajaba con él, o terminaba la escuela o probaba con la pelota un año más. La familia necesitaba el dinero. Fue Diana la que dictó sentencia: un año más con la redonda.

“Por eso yo al fútbol le debo todo”, afirma.

- Goles voladores -

Una frase lo define: “Me gusta más dar un pase decisivo que marcar un gol. Mi felicidad es poder asistir”.

Pero dos goles suyos entraron en la historia grande de la Albiceleste de emboquillada. Los embocó por lo alto, con un toque de distinción de su botín izquierdo. Un golpecito de empeine que muere en la red con el vuelo elegante de un pájaro.

Uno fue a Nigeria (1-0) para ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Pekín-2008. El otro fue a Brasil (1-0) en el Maracaná para ganar la Copa América-2021, tras 28 años sin poder festejar y elevarla al cielo.

“No las pienso. Es más fácil definir a un costado. Pero no sé por qué lo hago”, admite risueño.

Di María está casado con Jorgelina Cardoso, otra mujer influyente en su vida. Ella salía en los medios a defenderlo cuando los hinchas lo defenestraban por las derrotas y su mala suerte con las lesiones.

"Ella me banca (apoya) siempre. Soy tímido, pero en casa, en el vestuario, con los amigos, soy divertido, un poco loco, me gusta disfrutar la vida”, revela.

Su talentosa locura la comentaba a la AFP el idolatrado Diego Maradona, cuando era su DT, en el Mundial de Sudáfrica-2010, al costado de la cancha de entrenamiento en una fría noche en la Universidad de Pretoria.

“¡Vos no sabés lo que es el Fideo! Es un fenómeno con la pelota. Te asombra el manejo, la habilidad", lo elogiaba.

No era suficiente. Al equipo lo eliminaban o perdía en las finales. Las copas América y las del Mundo quedaban en otras manos. En la Selección le bajaron el pulgar. Ya ni siquiera lo llamaban, tenía la tribuna en contra.

Por eso, la noche del gol volador a Brasil no olvidó los pesares: “Mucha gente nos decía que no volviéramos, pero me seguí dando la cabeza contra la pared. Gracias a Dios, se dio”.

- Corazón albiceleste -

El hombre que celebra el gol con los dedos curvados en forma de corazón armó una sociedad futbolera con Messi.

Lo relata Fideo: “Con todo el tiempo que llevo con él, todavía me pasa eso de ¡uh se la pase mal! Eso porque es el mejor del mundo. Es raro que te yerre un pase. Pero siento que encontró en mi a un socio”.

Su amor por la Albiceleste es incondicional: “Para mi es lo único, lo máximo. Lo que hago en un club es para poder estar entre los 11 de la Selección”.

“Cada vez que entro a una cancha se me pone la piel de gallina (erizado). Es jugar por la camiseta, jugar por los 47 millones (de argentinos)”, reafirma Di María, el Ángel de la bicicleta.


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