El teatro argentino renace cada noche y enfrenta la crisis
por Daniel Merolla
La vida es sueño para miles de personas que convierten de noche a Buenos Aires en una de las mayores plazas teatrales del mundo, con una resistencia a la crisis económica que asombra.
Si se lanzara un dron a sobrevolar la capital argentina en fines de semana o las vísperas, podría verse la pasión que despierta el arte escénico. Sería un viaje desde las fascinantes luces de la calle Corrientes, como una Broadway en el centro histórico, hasta las pequeñas salas en los barrios.
"Tenemos resiliencia y la gran ventaja de la idiosincracia de
la gente. Cuando tiene algo de plata en el bosillo sale a comer, al cine o al
teatro", argumenta uno de los hombres claves de la movida, el productor
Sebastián Blutrach, quien a los 50 años es el presidente de la Asociación Argentina
de Empresarios Teatrales (AADET).
Mas de 200 salas de teatro, la mayoría independientes y unas 30
comerciales, compiten en el ranking con Nueva York, Londres, París, Berlín,
Madrid o Barcelona.
Lo extraordinario es que se mantengan puertas abiertas pese a la
inflación, la recesión, el desempleo, la caída de ingresos y las tarifas de luz
aumentadas casi 1.500% en 4 años, como para espantar a la clase media, su
público de todos los tiempos.
"El teatro no genera millonarios. Es un negocio artesanal de
altísimo riesgo. Uno pone el valor de un apartamento la noche del estreno y el
precio se convierte en intangible, pasa a valer cero, Con tasas de interés en
el país de 70% es una locura hacerlo. Pero con un éxito pagamos entre 3 y 5
fracasos", explica el empresario.
Un teatro Ave Fénix -
Blutrach es dueño del Teatro del Picadero. Trabaja en una pequeña
y luminosa oficina en la tercera planta de un edificio construido originalmente
como fábrica hace casi 100 años, con ladrillo a la vista, al estilo inglés.
Viste una camisa sencilla y jeans. Habla pausadamente y con cifras a mano.
"Somos la medida de cómo le va a la clase media. Con la gran
crisis de 2001 la cantidad de espectadores cayó 35%", recuerda este hombre
que produjo el mayor éxito teatral de la historia argentina, la puesta de 'Toc
Toc', del francés Laurent Baffie, que cumplirá pronto 10 años en cartel.
En 2005 se vendieron 2 millones de tickets. El 'boom' fue en 2011
con 3 millones. Luego vino una meseta, pero en los últimos 4 años la caída
acumulada en la taquilla es de 30%, según la AADET.
Blutrach viene de una familia de teatristas. Empezó de iluminador.
El Picadero, con 300 butacas, es un templo de la resistencia, un símbolo. En
1981, agentes de la dictadura actuaron como por orden de Nerón. Lo incendiaron
y destruyeron.
Fue aquel un intento de aplastar el mayor movimiento cultural por
la libertad de expresión: Teatro Abierto, con decenas de obras de autores
argentinos que iban a estrenarse. La dictadura se fue y el Picadero renació de
sus cenizas.
En épocas doradas, Federico García Lorca dirigió 6 meses en Buenos
Aires la puesta de su "Bodas de sangre" (1933). Alejandro Casona
estrenó 'Los árboles mueren de pie' (1949) y Marios Vargas Llosa "La
señorita de Tacna" (1981).
El Picadero está en un pasaje sinuoso que señala la antigua trocha
de la primera locomotora del país. Está en el límite oeste de Corrientes,
"la calle que nunca duerme", la de los teatros, librerías y
cafeterías.
Está por empezar la función del drama con pasos de comedia 'Siete
años', del español José Cabeza.
En los camarines se maquilla frente a un gran espejo con
candilejas una de las protagonistas, la actriz Florencia Raggi. Viste enaguas
con encajes, a punto de ponerse una remera y un pantalón para salir a escena.
"No es casual que el teatro resista. No es la primera vez ni
será la última. Hay talento en escritores, actores, etc. Lo hacemos con mucho
amor y devoción", responde Raggi, una exmodelo de 47 años que lleva más de
20 sobre las tablas.
- Todo a pulmón -
A unas 30 calles de allí, en medio de casas antiguas de una sola
planta, de estilo italianizante, en el barrio de Villa Crespo, funciona una
sala del 'Off Corrientes'. Es el Patio de Actores, creado por Clara Pizarro,
que hizo pintar la fachada de azul y plantó en la vereda un fresno y un
jacarandá.
"Esto va más allá del dinero. Es una enorme pasión por venir
a estudiar, a investigar, La alegría de buscar y encontrar. Tenemos un pequeño
subsidio estatal pero para sobrevivir se alquila la sala para ensayos, elencos
y clases", plantea Pizarro, productora y directora del espectáculo 'Madame
Sabo Cabaret'. En la obra una travesti narra una pasión amorosa de dos
revolucionarios, una alemana y un brasileño, con estética del cabaret berlinés
de los años de 1920.
Es un unipersonal del artista Max Accavallo. "Cuanta más
crisis hay, más se recurre al teatro. Hay mucha resistencia. Es una experiencia
surrealista. Nuestro país es un poco surrealista", reflexiona en un
altillo, mientras se pinta, se acomoda una peluca y se enfunda una bata de
seda.
Los sueldos de los artistas bajaron. Hacen falta 3 ó 4 trabajos
para sobrevivir y de vez en cuando hacer publicidades o pequeños roles en TV y
tampoco alcanza.
Sentada en un sillón de un cálido y florido patio, bañado por
rayos de sol que atraviesan las claraboyas, una gloria del teatro, la actriz,
autora y directora Helena Tritek explica que "hay una necesidad de
expresarse, de hablar, contar historias y leyendas".
A los 78 años, quien estudió con Lee Strasberg en el Actors Studio
de Nueva York dice que "el teatro de nuevo resiste, es casi
milagroso". Contra viento y marea.
dm
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