martes, 22 de octubre de 2019


River juega a lo Boca, pierde 1-0, pero pasa a la final de Libertadores

por Daniel Merolla

(publicado en internet por AFP)


River Plate disputará la final de la Copa Libertadores 2019 pese a perder 1-0 con Boca Juniors el superclásico argentino, ante 50.000 hinchas 'xeneizes' en el estadio La Bombonera de Buenos Aires, impulsado por la victoria 2-0 en el partido de ida de las semifinales.

El gol lo marcó el venezolano Jan Hurtado al empujar la pelota sobre la línea del arco, en una arremetida tras un centro que había bajado de cabeza el central Lisandro López, a los 80 minutos.
River no pudo lucirse con su habitual juego dominante y tampoco evitar la vorágine de un superclásico dramático.
"Fue más duro de lo que pensamos. Aspirábamos a hacer nuestro juego. A veces, si no podés jugar, tenés que luchar", declaró el central de River Javier Pinola, un feroz defensor que admitió la falta de brillo del equipo.
Los 'millonarios' jugarán el 23 de noviembre en Santiago de Chile un único partido contra el vencedor de la llave brasileña Flamengo-Gremio, que empataron 1-1 el primer choque en Porto Alegre y disputarán la revancha el miércoles en el Maracaná.
El DT de los riverplatenses, Marcelo Gallardo, ganó siete títulos internacionales desde que asumió en 2014, incluidas dos Libertadores. River ganó cuatro veces la Copa, incluida la última en el superclásico trasladado a Madrid en 2018 (3-1), y Boca la conquistó seis veces.
En el primer partido, los goles los habían marcado el colombiano Rafael Santos Borré, de penal, e Ignacio 'Nacho' Fernández.

- Aluvión 'xeneize' -

El presidente argentino Mauricio Macri, expresidente e hincha de Boca, intentó sugerir en su momento que el encuentro se aplazara debido a que se celebran el domingo elecciones generales, pero la Conmebol no lo aceptó.
Boca era una tromba. Mandó a Ramón 'Wanchope' Ábila como único punto de lanza. Carlos Tevez y Eduardo 'Toto' Salvio se lanzaban como morteros contra el área adversaria. Les faltaba encontrar de socio a Alexis Mac Allister. Por las bandas escalaban Julio Buffarini y Emmanuel Mas.
"Dejamos todo en la cancha. No hay nada que reprocharse", declaró Tevez en conferencia de prensa.
Los 'xeneizes' eran un aluvión. Atacaban sin dar cuartel. Lo hicieron como nunca, porque no es el estilo conservador y equilibrado impuesto por el entrenador Gustavo Alfaro. Pero tenían que quemar las naves.
No había otra alternativa para Boca que desorganizar a River. El problema es que rebotaban una y otra vez contra una retaguardia liderada por Lucas Martínez Quarta y Javier Pinola. Enzo Pérez rompía todo juego que se acercara al guardavalla Franco Armani.
Los avances empezaron a amainar. River halló en velocidad huecos para el contragolpe. No proyectó, cuidadoso del resultado, a los laterales Milton Casco y Gonzalo Montiel. A Exequiel Palacios e Ignacio 'Nacho' Fernández les costaba encontrar la pausa para su fútbol de toque incisivo. Había demasiado vértigo. Demasiado nervio en cada acción.
En ese torbellino funcionaba mejor la velocidad y la técnica de Nicolás de la Cruz. El uruguayo quebraba la línea defensiva boquenses a espaldas de Buffarini. En el otro flanco rondaba la amenaza latente del colombiano Rafael Santos Borré.
El talón de Aquiles de Boca eran sus flancos defensivos. El de River los tiros libres ejecutados con pelotas aéreas en los que Boca ganaba los anticipos, sin puntería para el arco.
A los azul y oro les anuló correctamente un gol el árbitro brasileño Wilton Sampaio por mano dentro del área en un centro. No necesitó el VAR (videoarbitraje). La importancia histórica del encuentro disimulaba el mediocre juego de ambos.

- Millonario conservador -

Un griterio de aliento ensordecedor bajaba desde las tribunas colmadas para mantener el espíritu de los boquenses. Temblaba el piso de la vieja Bombonera. Empujaban los hinchas sin cesar a un equipo más luchador y aguerrido que iluminado.
Boca insistió con la fórmula de las pelotas paradas. River colaboraba involuntariamente con excesivas infracciones en los alrededores del área grande. Cuando River armaba un contragolpe que podía ser letal, aparecía Iván Marcone para voltear rivales. Siempre al filo del reglamento.
Y si la jugada seguía. Carlos Izquierdoz era un salvador de emergencia, un bombero. Junto con Lisandro López, ponían el alma en cada bloqueo arrojándose al piso.
Las últimas cartas que le quedaban a Alfaro las jugó al ordenar las salidas de Ábila y el volante Agustín Almendra. Mandó a la cancha a Mauro Zárate y a Hurtado. Luego al colombiano Sebastián Villa. Zárate lo justificó enseguida con buen dominio de la pelota y remates al arco que exigían a Armani. Hurtado, con su gol.
Gallardo, conservador como nunca, miró las barajas también y respondió con la entrada de los goleadores Lucas Pratto e Ignacio Scocco. Pratto no le dio la razón pues en una carrera limpia hacia el arco, solo sin marca, tiró un insólito pase fallido.

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