miércoles, 25 de febrero de 2015




El mago de los helicópteros

Tenía que ser descendiente de italianos para desarrollar tanta pasión  por lo fabril, lo industrial, la construcción, los inventos y los motores.

Tan ansioso estaba Augusto Ulderico Cicaré para construir un helicóptero a los 18 años que le desmanteló una cama vieja a la madre para usar los hierros como esqueleto del fuselaje en un pueblito de la pampa argentina.

El primer helicóptero artesanal apenas levantó unos centímetros del suelo. Pero lo mejoró con más potencia en el motor y aquella maravilla hecha de rezagos ¡funcionó!

Tanta fue su pasión con los aparatos que viajan por el aire a fuerza de aspas giratorias que inventó motores, simuladores de vuelo y más de una decena de modelos. Lo han premiado en todo el mundo. Y a casi 60 años de su precoz proeza es el dueño de una pequeña industria familiar.

Don Cicaré, dos de sus hijos y unos 30 obreros e ingenieros son los únicos productores en Latinoamérica de helicópteros ultralivianos. Exportan a Europa, Australia, Medio Oriente, Taiwan y Alaska. Los chinos inventaron un trompo volador en el 400 AC. Ahora le compran máquinas a Cicaré.

- Sueño dorado -




"Hice realidad mi sueño dorado desde los cuatro años", cuenta a la AFP Don Cicaré o, mejor dicho "Chícare", un hijo de italianos inmigrantes de Mascheratta Dell'epifania (Módena).

Acaba de aparecer como un duende desde las sombras de un hangar de la fábrica, perdida en un océano de soja, el cultivo que es una mina de oro. Vive en Saladillo, 186 Km al sudoeste de Buenos Aires.

Regala de bienvenida una sonrisa tan ancha que le infla los carrillos. Tiene la estatura de un hobbit y las manos curtidas. Sus cabellos son tan blancos como negras las tupidas cejas. Viste un jean gastado y camisa a cuadros.

"Cuando era muy chico me cuentan que salía gateando al patio de casa al sentir el ruido de un avión y miraba para arriba. Era una premonición", relata "Pirincho" como le dicen sus amigos. Es el nombre de un ave de patas cortas de la Patagonia.



- Colibríes mecánicos -




El sol del verano y un calor sofocante incendian los dos hangares y el césped de un verde irlandés. A lo lejos hileras de álamos y el paisaje plano de la pampa.

"A los 11 años hice mi primer motor para que funcionara un lavarropas de mi madre. Mi padre y mi tío tenían un taller mecánico y arreglaban tractores", recuerda.

Aquel niño ingenioso e inquieto no soportaba la escuela. Se escapaba para meterse en el taller de la familia. Aprendía mirando coloridas estampas de la revista Mecánica Popular.

Medio siglo después lo llenaban de premios. Medalla de oro de mejor inventor del mundo en el salón aeronáutico de Ginebra por su aparato entrenador de vuelo, el primero de Latinoamérica. Y luego por convertir motores nafteros a diesel. Fue admirado en la feria aeronáutica de Oshkosh en Estados Unidos.

De pronto una ráfaga motorizada baja del cielo y pasa rasante uno de los helicópteros. Desde el suelo parece un colibrí azul, una libélula ruidosa. Lleva al camarógrafo para una toma áerea. El piloto de pruebas es un vasco, Arturo Hernández (44 años) encantado con los Cicaré, Saladillo y su paz provinciana. Lejos de la contaminada y loca Buenos Aires.

"Nadie fabrica esto en España. Es como subirse a una moto pero en el aire", ilustra el piloto vasco de estos 'mosquitos' monoplazas o biplazas. Lo usan empresarios para evitar el tránsito, filmar, fotografiar, fumigar, hacer deporte, rescates o lo que se les ocurra.

Augusto no tuvo la grandiosidad de un Leonardo da Vinci, diseñador de un helicóptero en el Renacimiento. Ni los recursos de Jan Bahyl, el eslovaco que lo hizo volar por primera vez en el siglo XX. Pero pudo ser un Igor Sikorsky o un Frank Robinson, fundadores en EEUU de imperios con estas máquinas.

"Aquí vinieron norteamericanos e italianos a verlos. Se fueron con la idea y fabricaron 800. Nosotros hacemos 18 por año. El más barato cuesta 75.000 dólares y el más caro 180.000", explica Alfonso (30), el hijo menor de los Cicaré.



- Un motor para Fangio -




Su padre conoció a Sikorsky. Incluso lo invitaron a la histórica fábrica alemana Messerschmitt-Bölkow. Lo tentaron con ofertas. Pero a Augusto nadie lo saca de su lugar en el mundo. Sigue cerca de la vecina Polvaredas (150 habitantes), donde nació cuando no había llegado la electricidad y el volar era sólo para los pájaros.

Augusto acaricia con sus manos el viejo respaldo curvo de hierro de la cama de soltera de su madre, María Anunciada, para mostrar como le dio forma al esqueleto del primer helicóptero. "¡Vos sos loco!, me decían", cuenta. Pero un día sintió asombro y emoción cuando le tocó el timbre de su casa Juan Manuel Fangio.

El difunto qúíntuple campeón mundial de Fórmula Uno le pidió que hiciera un motor de cuatro cilindros en "V". Se lo hizo. Pero la DKW que lo iba a fabricar fue comprada por Fiat y todo quedó en la nada.

Hubiera sido demasiado que el 'mago' de los helicópteros también lo fuera de los automóviles.

dm

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