lunes, 13 de marzo de 2017


El Indio Solari: fenómeno de masas, furia y rock and roll

por Daniel Merolla

(publicado en internet por AFP)


El baile roquero frenético que el británico Mick Jagger bautizó "el mejor pogo del mundo" ilustra la leyenda de El Indio Solari, un fenómeno de masas musical y social que a veces mata, como el sábado en su concierto con dos muertos.
Carlos Solari es un señor esmirriado y calvo de 68 años. Sufre el Mal de Parkinson. Oculta su mirada detrás de unos anteojos a lo John Lennon, pero oscuros. A la par de Charly García es la mayor leyenda viva del rock and roll argentino. Arrastra multitudes estremecedoras que hacen morir de envidia a más de un político.
"El  'Sold Out (sin dinero) no existe para mi público, van igual al show", había declarado. Esos "océanos de gente", como él los llama, súbitamente pueden ser una trampa de muerte. Un recital de su banda organizado para 155.000 personas terminó en tragedia en una ciudad de la pampa húmeda llamada Olavarría (al sudoeste).
Una marea humana de 400.000 personas, tres veces la cantidad de olavarrienses, según el alcalde, provocó el descontrol. La organización falló. Murieron un hombre de 42 años y otro de 36, víctimas de apretujamientos y avalanchas. Fue delirio y locura.
Pero la euforia juvenil de saltar, empujar, golpear y patear al compás de la música al estilo "punk" que impuso otro ídolo roquero británico, Sid Vicious, tiene un lado siniestro. Todavía hay dos personas en terapia intensiva y se busca a otras 341 que no volvieron a sus casas, según la policía.
Inexplicable -
"Es un fenómeno de masas, popular, muy difícil de explicar", dijo una vez el dibujante Rocambole (Ricardo Cohen), quien diseñaba tapas de los discos del Indio.
Lejos parecía Solari de pretender adhesión masiva. Fundó 'Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota' en 1976, en plena dictadura. La música era un refugio contra tanto crimen y censura.
Era un grupo más bien elitista. Tocaba en recintos cerrados un rock exquisito, con letras surrealistas y casi todas inentendibles desde lo racional, como cierta buena poesía.
"Hay un nihilismo creativo, afirmativo en sus letras. El mundo se vino abajo, pero todavía queda la potencia del deseo del ser humano para transformar la realidad con su trabajo intelectual", escribió el filósofo Pablo Cillo en su obra "Filosofía Ricotera, Tics de la Revolución".
Los fanáticos "ricoteros" llenaban estadios. Pero nunca con más de 40.000 personas. En 2001 se disolvieron los "Redonditos" por peleas internas.
Pero pronto volvieron las denominadas "misas ricoteras", un ritual pagano. Una concelebración del rock y del ídolo cuya voz fue premiada como la mejor con el prestigioso premio Konex de platino en 2015.
Solari fundó la banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. Los conciertos empezaron a parecerse a las manifestaciones del peronismo, el partido popular y obrero por excelencia en Argentina.
Masivas migraciones de gentes atraviesan el país, y fronterizos, para asistir a megaconciertos en autódromos o predios feriales.
Solari no es un cantante de protesta. No concede entrevistas, salvo excepciones. Se produce a sí mismo. Rechaza a las discográficas. Vive recluido en un caserón de un barrio de clase media alta de la periferia oeste.
- Bajo perfil -
Tiene una mujer y un hijo a quienes nadie reconocería por la calle. No concurre a eventos. Es más bien fóbico. Habla pausadamente y no parece ni un líder carismático ni un "rockstar". Pero tiene centenares de miles de seguidores en un país de 42 millones de personas.
Su público es mayoritario de clase media baja, obrera y sin recursos. Duermen en las plazas a la espera del recital. El alcohol y la droga están pero como en cualquier otra expresión del mundo de hoy.
"Hay una buena cantidad de gente que nos sigue que vive en barrios desangelados", dijo una vez Solari.
Hace unos años rompió el "cono del silencio" para expresar una simpatía por la expresidenta peronista de centroizquierda Cristina Kirchner (2007-2015). Pero sin estridencia, ni concurrir a ningún acto.
Su eléctrico tema "Ji ji ji" es el que desata "el mayor pogo del mundo". Esta vez la fiesta se arruinó.

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